Había llegado el momento. Después de dos largos meses de preparativos, todo parecía estar listo. La inquietud reinaba en cada uno de nosotros. Elisabeth, tan racional y segura de sí misma, no cesaba de desplazarse de un lado a otro del almacén  comprobando, una y otra vez, las páginas de la inmensa lista de cosas que tenían que estar ubicadas en ambos vehículos. 

El antiguo Land Rover de mi padre, sería el encargado de transportar toda la intendencia. habíamos hecho acopio de una buena suerte de conservas y salazones,  para acudir a ellas en caso de encontrarnos en dificultades.Cuatro bidones de agua y otros cuatro de gasóleo, también en previsión. 

La flamente Camper, equipada para dormir los tres, había sido preparada para todo tipo de terreno. Sus ruedad 4x4 y la reductora la hacían versatil para introducirse en carreteras secundarios o por caminos sin asfalto.