Eran las dos de la madrugada, Elisa dormía plácidamente en su habitación después de haber pasado una dura temporada de exámenes.

Esa tarde pudo salir a pasear por el campo con su perro, haciendo fotografías a una puesta de sol que prometía ser espectacular.

Las previsiones metereológicas habían vaticinado tormentas por la noche, y por el horizonte comenzaban a aparecer unas nubes grises, redondas y mullidas, que se iban acercando poco a poco con intención de nublar la luz que la luna llena estaba preparando para la noche. El juego de luces entre el sol, las nubes y esa luna incipiente permitía disfrutar con la cámara y eso era precisamente lo que ella necesitaba, dejar la mente en blanco y que sus ojos mirasen otra cosa diferente a los números apegotonados en un papel.

Con esas nubes estaba soñando Elisa cuando dormía, quizás porque a lo lejos se oyó un trueno, cuando sonó su teléfono móvil. Sorprendida y con la vista nublada todavía por el sueño, respondió rápidamente sin pararse a ver quien podía ser a esas horas. Al otro extremo de la línea no contestó nadie, había un silencio absoluto. Contrariada miró la llamada y vio que era un número desconocido. Se volvió para dormir, pero no había pasado un minuto y el teléfono sonó nuevamente. Elisa lo cogió, pensó que podía ser algún familiar o amigo que la necesitaba y no podía contactar con ella por algún defecto de la línea. Otra vez el silencio por respuesta. Así ocurrió lo mismo una vez más.

Cansada de lo que estaba sucediendo decidió poner el móvil en silencio e intentó dormir y tranquilizarse. Ya había pasado más de un minuto, que era lo que tardaban las llamadas en repetirse y no volvieron a sonar.

La lluvía empezaba a golpear los cristales de las ventanas y el viento movía los árboles avisando de la tormenta que se estaba preparando. Habían transcurrido apenas diez minutos y sonó el teléfono fijo de la casa, cuyo terminal estaba en la primera planta. Elisa se quedó inmóvil, el que estuviera llamando sabía su teléfono fijo, que sólo lo tenía su madre. Empezó a sentir miedo.